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ASFALTO  |  TRAIL

En 1906, un camarero y zapatero llamado William J. Riley, observando las patas con tres apoyos, desarrolló un soporte en forma de arco que vendió por EE.UU. bajo el nombre de New Balance Arch. El invento consistía en una almohadilla que se colocaba en la plantilla de las zapatillas, justo donde la planta del pie crea un arco, lo que las hacía más cómodas. Se trataba de una modificación mínima, pero Riley fue el primero en desarrollarla por su obsesión por la comodidad y el ajuste perfecto, y adelantó a sus competidores. En 1933, fichó como jefe de ventas y socio a Arthur Hall, quien desarrolló un estudio de la pisada casero para adaptar aquel New Balance Arch a cada cliente. Lo nombraron como “pedegraph box” y consistía en dos piezas de papel de calco que se usaban para grabar la forma del pie de sus clientes. Las primeras zapatillas de New Balance salieron a finales de los años 30 y especialmente diseñadas para un club local conocido por los Boston Brown Bag Harriers. Esto hizo que pronto todos los runners quisieran zapatillas New Balance. En 1953, Riley vendió la empresa a la hija de Hall, Eleanor Kidd, y bajo su dirección llegó el primer modelo realmente moderno de New Balance: las Trackster, las primeras zapatillas de running ultraligeras y con suela dentada. Su suela ondulada fue un hito en el diseño de sneakers y prometía aportar a los atletas el “Go Power” que necesitaban desde la salida a la meta. Aunque lo más importante para la marca fue que eran las primeras zapatillas disponibles en varios anchos, y a día de hoy se mantiene: sus modelos se fabrican con un tallaje que va del 2E el 6E para ajustarse a todo tipo de pie. En los años 70, el joven empresario Jim Davis se compró unas Tracksters, como hizo todo estadounidense en aquel momento, pero le sorprendieron tanto que decidió comprar toda la empresa. Así, tras dos décadas al mando, Eleanor Kidd y su marido decidieron vender la compañía en 1972. Lo que no sabía Jim Davis, era que la empresa sólo contaba con seis personas que producían una docenas de zapatillas al día. A pesar de haber revolucionado el mundo de las sneakers en muy poco tiempo, seguían siendo una empresa familiar. Davis se puso manos a la obra y reunió a un equipo de pensadores y manitas para expandir la empresa. Él fue quien decidió plantar una N en el lateral de todas las zapatillas que fabricaban. Su primer triunfo se produjo con las 320 en nylon que lanzaron en 1976. Eran ligeras, brillantes y se construyeron siguiendo los estándares de buen rendimiento que había cultivado la marca. Sin embargo, lo que disparó sus ventas fue ser nombrada la mejor zapatilla de running por la revista Runner’s World Magazine. De repente, New Balance era la marca del momento y pasó a producir más de 500 zapatillas al día. En la actualidad la empresa tiene instalaciones en Inglaterra, vendiéndose 1 de cada 3 pares en el mercado europeo. New Balance desde sus comienzos fue una marca que se fue expandiendo gracias al “boca a boca”, algo que sigue funcionándoles. El éxito les sigue acompañando y millones de corredores que siguen confiando en la marca.